mayo 16, 2014





Las palabras -lo imagino con frecuencia- son casitas con su bodega y su desván. El sentido común habita en la planta baja, siempre dispuesto al ‘comercio exterior’, de tú a tú con el vecino, con ese transeúnte que no es nunca un soñador. Subir la escalera en la casa de la palabra es, de peldaño en peldaño, abstraerse. Bajar a la bodega es soñar, es perderse en los lejanos corredores de una etimología incierta, es buscar en las palabras tesoros inencontrables. Subir y bajar, en las palabras mismas, es la vida del poeta. Subir demasiado alto, descender demasiado bajo son cosas permitidas al poeta que une lo terrestre y lo aéreo. ¿Solo el filósofo será condenado por sus semejantes a vivir siempre en la planta baja?

Gaston Bachelard en su libro La poética del espacio.

1 comentario :

Tesa Medina dijo...

Qué idea tan poética, me encanta.

Hay palabras a las que dejaría volar libres, las lúcidas; y las más locas vivirían en los terrados o en los aleros.

Ahora ya sé donde están los poetas antes de escribir un verso.

Un beso,