mayo 31, 2014

HE LEÍDO




PISCINAS ILUMINADAS
Javier Cánaves

Editorial: Baile del sol, 2013

Piscinas Iluminadas, es un libro en el que no ocurre nada excepcional y ocurre, simultáneamente, todo lo que importa en la vida. El personaje principal, Carlos, nos muestra sus deseos, sus miedos interiores, sus obsesiones, la inseguridad que se adquiere al cumplir cierta edad, algo que lleva implícito la pérdida. Ansías cambios que nos mantengan cerca de lo que irremediablemente se aleja. Este personaje aspirante a escritor, como él mismo se define, va narrando el caos sentimental en el que se ha ido convirtiendo la relación con su esposa, Luisa. Reflexiona mediante el monólogo interior sobre los días que van sucediéndose y en los que la sensación de fracaso y frustración se hace cada vez más fuerte. Ese fracaso lo ocupa todo: la amistad, el trabajo, las relaciones sociales. Es un círculo en el que la apatía lo invade, la rutina machaca cualquier estímulo. Este aspirante a escritor, encuentra el punto de evasión en el libro que escribe encerrado en la habitación aporreando el ordenador. Allí está su refugio. Un refugio que se ubica en la ciudad de Lanka, en un quinto sin ascensor, donde le espera Sophie, donde se cumplen los deseos, donde mantiene relaciones sexuales plenas. Fuera de ese cuarto no hay comunicación, se masturba, come y bebe solo, imagina relaciones. 

Hay frases que se repiten a lo largo de la novela: Hay algo hipnótico en las piscinas iluminadas’, es una visión obsesiva que aparece incluso en sueños. Es una piscina salvadora a la que se agarraron Luisa y él para salvar su relación. Donde se refleja su felicidad cuando creyeron tenerlo todo, sobre la que construían su futuro. La misma piscina que al final de su relación ve desde la terraza solo, esperando que suene el teléfono, con la única compañía de un ron-cola, mientras se hunde todo. 

Al final hay una especie de replanteamiento de su situación personal, una subida de moral en ese símbolo del Rey, mientras comienza a amanecer y se oyen cantar pájaros y la luz va filtrándose en la piscina iluminada.

Un fragmento:

La negación de la vida, el viaje imaginario, nos pueden salvar, es cierto, pueden constituirse en la rendija por la que se filtra el aire que necesitamos, pero, por otro lado, pueden acelerar nuestro proceso de descomposición, nuestra aniquilación, ya que todo viaje conlleva un regreso y cada regreso es una pequeña muerte, a veces, incluso, una gran muerte, una muerte casi definitiva o definitiva del todo.

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