marzo 17, 2014





Me he reconciliado con mi padre. Entonces juré no perdonarle. Entonces no sabía que su regresión había comenzado y su cerebro adoptaba el contorno de un reloj blando de Dalí, la cordura deshecha contra las paredes de su cráneo. Se le ve pequeño, replegándose, sumido en un estado de desorientación que asusta más a los que le vemos que a él, que parece portar la brújula señalando un norte ya inexistente. Se le abre la boca y te mira sin recuerdos, ladeando la cabeza con adquirida inocencia de ameba. A veces se para delante de un cartel y lo lee despacio, sin entender. Tengo un cuaderno lleno de reproches, una mitad de la cabeza llena de juramentos enquistados, una parte del corazón reventada entre muñones que son uñas. Pero lo más difícil es sentarme frente a él y masticar despacio la lista de enumeraciones hasta conseguir tragarla, mientras él sigue mirando la niebla y olvida que vive. 

MARÍA JESÚS SILVA 
Imagen: La persistencia de la memoria, Salvador Dalí

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