octubre 27, 2013

El ciervo saltó,
el salto continuaba.

Yo no lo vi.

No era un ciervo,
era una saeta encendida,
una decisión acertada
en busca de su blanco.

Luego se apagó
en un silencio de ángel.

Todo quedó olvidado
y dispuesto para el comienzo.

Así me lo contaron.

AGUSTÍN DE JULIÁN
De su libro Ciervos

1 comentario :

Tesa Medina dijo...

Tampoco veo al ciervo, aunque sí es verdad que todo comienza de nuevo cada vez.

Los blancos se mueven mucho y es difícil acertar.

Un beso,